Ganar o perder, buscar algo, conseguirlo, mantenerlo, tener en cuenta a los otros y compartir resultados con responsabilidad, son realidades a las que los niños y las niñas están expuestos en una práctica deportiva y que a lo largo de la vida experimentamos los seres humanos, pero que durante la infancia pueden significar otras realidades internas. 

Muchos son los beneficios que identifican los expertos en cuanto a la práctica deportiva durante la infancia. Desde los aspectos cognitivos, psicomotores, hasta los impactos en la salud y estilo de vida a largo plazo. 

Sin embargo, existe una realidad observable que permea toda la experiencia infantil y son las emociones que se provocan, experimentan y manifiestan en medio de las realidades propias de una práctica deportiva.

Cuando las familias y demás instituciones enfocadas al acompañamiento de la vida y desarrollo de la infancia pensamos en exponer a los niños y a las niñas a experiencias deportivas como el futbol, es común que el enfoque esté más en las oportunidades de movimiento tales como el fortalecimiento de la coordinación, la fuerza y el equilibrio. En otros casos aspectos cognitivos como la atención, planeación, resolución de situaciones y también aspectos psicosociales como la socialización entre pares y el trabajo en equipo.

Pocas veces se tiene en cuenta el ejercicio permanente de las emociones que se despliega en las prácticas deportivas durante la infancia ¿Qué piensan y cómo se sienten los niños frente a los diferentes retos que les representa la práctica de un deporte? ¿Cómo la práctica deportiva durante la infancia favorece la oportunidad de su educación emocional? ¿Por qué es importante la educación emocional en la práctica deportiva durante la infancia?

Las emociones son una parte vital del ser humano, que nos identifica y diferencia de los animales, ¿Qué más nos permiten las emociones? ¿por qué son importantes las emociones?

La infancia es el periodo en el que los seres humanos tenemos el tiempo y oportunidad para comenzar a descubrir nuestras posibilidades, realidades y características, descubrimos nuestra sensorialidad y capacidad para movilizarnos de diferentes formas, esto nos permite relacionarnos con los espacios en los que habitamos, los objetos y por supuesto con los otros seres desde plantas, animales hasta los otros humanos, ya sean adultos o niños.

Y es a partir de esas relaciones con los espacios, los objetos y los otros, que aflora una de esas realidades protagónicas durante la infancia como es el descubrimiento de las emociones. Siendo la niñez una etapa de la vida llena de primeras veces, el interés, la curiosidad, la motivación, la frustración, cansancio, agrado o miedo son novedades permanentes en la vida de un niño o niña que, aunque sean genuinas del ser humano, inicialmente son desconocidas para ellos, por tanto, la presencia de las mismas genera más emociones como la alegría, la rabia y la tristeza, lo cual es común que en las edades iniciales les lleve a desbordes emocionales.

Como vemos, la exposición y las experiencias de relacionamiento provocan diversas emociones en los niños y las niñas y ellos necesitan aprender a identificar esas emociones, para conocerlas y así lograr gestionarlas para expresarlas de manera organizada. A ese proceso es lo que llamamos educación emocional.

Todos los seres humanos sentimos emociones, cuando los niños las experimentan sin conocimiento de ellas, no logran identificar dónde o cómo las sienten. En ocasiones no tienen claro porqué las sienten y no saben qué hacer con ellas o cómo expresarlas respetuosa y adecuadamente. Lo que convierte a la educación emocional en una responsabilidad directa de padres, familiares, cuidadores y maestros, ya que la presencia de nuevos retos y experiencias siempre traerá consigo la oportunidad de acompañar ese proceso de reconocimiento y gestión emocional.

La práctica deportiva está constituida por retos constantes provocadores de emociones, por ejemplo, la disposición para el ejercicio del movimiento no es algo que se dé por igual en todos los niños, las exceptivas de éxito y logros propias de los deportes se constituyen muchas veces en detonantes de frustración o suma alegría. En general, la forma de relacionamiento con los detalles propios de la práctica deportiva es diferente para cada niño y niña, lo que quiere decir que la presencia de las emociones no se dará de igual manera para todos.

Es posible ver a niños llorando por ocupar un lugar específico en la práctica, por querer mantenerse en un mismo ejercicio, no querer parar el entrenamiento, lograr una anotación o no lograrla. Hay otros que paralizan, ríen o gritan por lo mismo. Así los padres, cuidadores y maestros debemos constituirnos en observadores permanentes de las dinámicas, valorando siempre esta realidad del desarrollo emocional infantil, organizando de forma intencionada nuestros recursos de acompañamiento a estas emociones desde el reconocimiento, la validación y dándoles opciones para que los niños puedan sentir y expresarse de forma respetuosa con ellos, con los otros y con las situaciones.

Por todo lo anterior la recomendación para los adultos que acompañamos las experiencias de vida de niños y niñas que practican un deporte como por ejemplo, el fútbol, está enfocada en buscar espacios de conexión y mantener conversaciones constantes relacionadas con las emociones y las situaciones que las movilizan, que nos permitan conocer y verificar lo que piensan y sienten los niños y las niñas frente a los diferentes retos que les representa la práctica del deporte, utilizando recursos como películas, videos o leer historias relacionadas con el deporte para provocar el diálogo, siempre desde la aceptación y la comprensión, brindándoles pistas sobre cuáles serían las formas adecuadas de expresar sus emociones principalmente desde nuestro ejemplo. 

Es valioso aprovechar al máximo la práctica deportiva durante la infancia para ejercer este proceso de educación emocional. Brindar esto a nuestros niños y niñas desde edades tempranas es la oportunidad para que se desarrollen con una adecuada salud mental y emocional que favorecerá su desarrollo, relacionamiento y desempeño en todas las áreas en las siguientes etapas de su vida, y si tienen dudas o quieren construir un plan detallado de cómo hacerlo, pueden buscar el acompañamiento a través de un proceso de educación familiar.